
Hijo de una labriega hidalga llamada Gracia Lucientes y de un maestro dorador de origen vasco, José, Francisco de Goya y Lucientes nació en el año 1746 en Fuendetodos, pueblecito situado a unos cuarenta kilómetros al sur de Zaragoza, al que se había trasladado su familia mientras se rehabilitaba la casa donde vivían. Al año siguiente volvieron a la capital, si bien la familia siempre se mantuvo en contacto con el pueblo natal del futuro pintor.
Francisco de Goya comenzó sus estudios primarios en los Escolapios, y en 1759 ingresó en la Academia de Dibujo de Zaragoza, donde estuvo cuatro años copiando estampas hasta que decidió establecerse por su cuenta. En 1771, sin contar con ningún tipo de ayuda financiera, excepción hecha de sus propios recursos, Goya marchó a Italia a fin de conocer de cerca a los maestros. Visitó Roma, Venecia y Bolonia, y estudió la obra de Rubens, El Veronés o Rafael, entre otros grandes pintores. También tuvo la oportunidad de participar en un concurso de pintura en Parma, en el que, si bien no obtuvo el máximo galardón, sí una mención especial del jurado con su Aníbal vencedor contempla por primera vez Italia desde los Alpes. Sobre este viaje existe un valioso documento, un álbum de apuntes denominado Cuaderno italiano.
Tras su regreso a España, Goya se casó con Josefa Bayeu, hermana de Francisco Bayeu, el 25 de julio de 1773, y a finales de 1774, muy probablemente gracias a la influencia de su cuñado, comenzó a trabajar como pintor de cartones en la Real Fábrica de Tapices de Madrid. En 1780 ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y conoció al mayor valedor de la España ilustrada de entonces, Gaspar Melchor de Jovellanos, con quien le uniría una estrecha amistad hasta la muerte de este último en 1811. El 2 de diciembre de 1784 nació Francisco Javier, el único de sus hijos que sobrevivió hasta la madurez.
El 18 de marzo de 1785 fue nombrado Subdirector de Pintura de la Academia de San Fernando, y el 25 de junio de 1786 obtuvo el título de pintor del rey con un interesante sueldo de 15.000 reales al mes, pasando en 1789, a sus cuarenta y tres años y tras la subida al trono del nuevo rey Carlos IV, a Pintor de Cámara del Rey, lo que le capacitaba para ejecutar los retratos oficiales de la familia real y le proporcionaba unas rentas que le permitían darse el lujo de comprarse coche.
En el invierno de 1792 estuvo gravemente enfermo en Sevilla, y aunque tras meses de guardar cama se recuperó en parte, Goya quedó sordo de por vida, además de andar con dificultad y presentar algunos problemas de equilibrio y de visión. De manera reiterada se ha especulado sobre cuál fue la enfermedad que padeció, pues los médicos que le atendieron no coincidieron en su diagnóstico: para algunos, el mal se debía a una enfermedad venérea, para otros, a una trombosis, y para otros, al síndrome de Menière, enfermedad relacionada con problemas del equilibrio y del oído. Más recientemente, se ha creído que el artista podía haberse intoxicado con alguno de los componentes de las pinturas que usaba.
En 1795 obtuvo la plaza de Director de Pintura de la Academia de Bellas Artes, pero, a consecuencia de sus problemas de salud, tuvo que dimitir en 1797, siendo nombrado, no obstante, Académico de Honor. Un año más tarde también se vio obligado a renunciar a sus obligaciones en la Real Fábrica de Tapices.
1805 fue un año lleno de contrariedades para el pintor, que, por una parte, asistió al fallecimiento de varios de sus mejores amigos, así como al de la joven duquesa de Alba, con la que se le ligó, y aún se le liga, sentimentalmente, pero que también tuvo en la boda de su hijo Javier un motivo de gran alegría. Además, fue en ésta en la que conoció a Leocadia Zorrilla de Weiss, quien, tras el fallecimiento de su esposa, se convertiría en amante y compañera de Goya hasta su muerte.
En 1808, tras el motín de Aranjuez y la posterior abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII, Napoleón llama a padre e hijo a Bayona, donde firman las Abdicaciones de Bayona, renunciando a sus derechos al trono en favor de Napoleón Bonaparte, quien nombrará rey de España a su hermano José I. La situación política que se genera no era, en absoluto, del agrado del pueblo, que el 2 de mayo de 1808 en Madrid tomó las armas para impedir el supuesto traslado del resto de la familia real española a Bayona, dando comienzo así a la Guerra de la Independencia. El levantamiento popular madrileño, aunque severamente reprimido por las tropas francesas, se extendió a todo el país, siendo la resistencia especialmente numantina en ciudades como Girona, Tarragona o Zaragoza.
Al día siguiente de la insurrección popular, el 3 de mayo de 1808, Goya se echó a las calles de Madrid, no para combatir, pues tenía más de sesenta años y no podía oír nada en su derredor, sino para contemplar los acontecimientos ocurridos. Con lo visto ese día, pintó en 1814 el Dos de mayo, conocido también como La carga de los mamelucos en la Puerta del Sol de Madrid, en el que centra su atención en una muchedumbre sangrienta e informe para reflejar las atrocidades y la sinrazón de la guerra, sin hacer distinción de bandos ni dar relevancia al resultado final.
Producto de las observaciones de aquel día también es Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío de Madrid, en el que Goya nos presenta a los soldados del pelotón de fusilamiento como una máquina despersonalizada, de espaldas, sin rostros, en perfecta formación, y a las víctimas, en un agitado y desgarrador grupo, con rostros dislocados y ojos de espanto, y de entre todos ellos destaca una figura blanca y amarilla, iluminada por un enorme farol, arrodillada y con los brazos formando un amplio gesto de resignación. De estos años también data un conjunto de estampas, conocidas como Desastres de la guerra, en las que el artista refleja la barbarie y el horror de la contienda. De su vida personal de este período, nada se sabe, si exceptuamos la muerte de su esposa en 1812.
Tras la Restauración absolutista de Fernando VII, Goya se encontró, por varias razones, en una situación relativamente difícil: había servido a José I, se movía en los círculos ilustrados, y en marzo de 1815 era procesado por la Inquisición a cuenta de su obra La maja desnuda, considerada “obscena”, aunque finalmente el pintor fue absuelto de los cargos que se le imputaban.
En el invierno de 1819 Goya enfermó gravemente, pero fue salvado in extremis por su amigo el doctor Arrieta, a quien, en agradecimiento, regaló el cuadro titulado Goya y su médico Arrieta. En 1823, la invasión del ejército francés de los Cien Mil Hijos de San Luis y su toma de Madrid para restaurar la monarquía absoluta y derrocar al gobierno liberal, le obligaron a esconderse y posteriormente escapar a Burdeos, refugiándose en casa de su amigo Moratín. Su estancia francesa sólo se vio interrumpida en 1826, año en que se trasladó de nuevo a Madrid por un período de dos meses para cumplimentar los trámites de su jubilación.
El 26 de marzo de 1828 le visitaron en Burdeos su nieto Mariano y su hijo Javier. La emoción de esta visita quebrantó su ya delicadísimo estado de salud, lo que le postró en cama hasta el día de su muerte, el 16 de abril de 1828, tras haber cumplido ochenta y dos años. Goya fue enterrado en Francia en un primer momento, aunque en 1899 sus restos mortales fueron sepultados definitivamente en la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid, cien años después de que el artista hubiese pintado los frescos de dicha iglesia.
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